Era en Ponce, Puerto Rico, cuando en el 1944 un músico oriundo de Yauco, pero ahora residente de esa ciudad, Enrique “Quique” Lucca Caraballo, decide formar una agrupación musical. Configurada originalmente por dos trompetas, ritmo y voces, y constituida en su totalidad por músicos ponceños, la orquesta es bautizada “Orquesta Internacional”.
Diez años más tarde, el sueño de Lucca, el de lograr hacer algo transcendental, se empieza a esfumar. Cansado de la fiestas de salón y los contratos domingueros, decide desbaratar el conjunto. El quería algo más que un quinteto como el que lideraba en ese momento y buscaba aumentar sus ingresos para sustentar mejor a su esposa Angélica y a sus tres hijos: Zulma, Enrique y Wanda.
Pero llevaba la música en la sangre, y al poco tiempo, febrero de 1954, los reunió de nuevo. Don Enrique iba a establecer un nuevo conjunto, uno más grande, con un sonido más potente. Para alcanzarlo, se había nutrido de un repertorio de temas populares compuestos por Arsenio Rodríguez (a quien le tenía una profunda admiración), la Sonora Matancera y el Conjunto Casino, el de los dos Robertos: Faz y Espí. El nombre oficial de la flamante orquesta sería ¡La Sonora Ponceña!
Los primeros discos de la Ponceña, a pesar de su éxito comercial y excelente instrumentación, no dejaban de ser extraños, ya que se hacían llamar “Sonora”, tenían formato de Orquesta y sonaban como un Conjunto. Y la razón era evidente; aún estaban bajo la influencia del “Ciego Maravilloso”, Arsenio Rodríguez, el tercer cubano, cuyo sello musical era parte inquebrantable de los conjuntos de la época. En sus comienzos, La Ponceña y La Perfecta de Eddie Palmieri, orquesta ubicada en Nueva York, eran muy parecidas, con la excepción de que la sección de vientos de esta última estaba centrada en los trombones.
Tres hechos determinaron la consolidación del estilo de La Sonora Ponceña. El primero fue el nacimiento en 1946 de Enrique Arsenio, el hoy internacionalmente reconocido “Papo”, un niño prodigio que hiciera su debut profesional en el programa de televisión de la popular cantante puertorriqueña, Ruth Fernández, tocando el piano y acompañado por la orquesta fundada por su padre.
La Segunda fue la compra del sello Inca por parte de Jerry Masucci, dueño de la firma Fania Records, quien había escuchado a La Sonora en diferentes conciertos durante sus visitas a Nueva York. Se compra ampliar la distribución y le dio a la Orquesta la oportunidad de conocerse por toda la cuenca caribeña. La tercera, el hallazgo por parte de Papo de la obra musical del pianista Oscar Peterson, considerado uno de los mejores exponentes de Jazz, y cuyo estilo se escuchaba en sus solos de piano.
La historia del desarrollo y eventual éxito del pequeño Enrique está llena de gratas y amenas memorias. Como cuando por más que tratara, en su primera presentación profesional en el programa de Fernández, descubre que no podía alcanzar los pedales del inmenso piano negro que le habían proporcionado. Tenía cuando eso once años y siendo para su edad físicamente chico, si se sentaba a tocar, los pies no le llegaban a los pedales y si lo hacía parado, casi no veía las teclas. Al rescate Don Quique, quien consola al niño y le dice que no se preocupe porque él nunca permitiría que esa tarde perdiera la oportunidad de tocar profesionalmente por primera vez , le amarra unas extensiones a sus zapatos para que pudiera manejar los pedales.
Otra entretenida anécdota sucede cuando tenía cinco años. Resulta que el niño tocaba las claves con gran habilidad y una de las diversiones favoritas de su padre era verlo tocar con el grupo. Una tarde, mientras el Conjunto Internacional ensayaba, Papo se sienta detrás de una tumbadora mucho más grande que él y comienza a tocar “Ran Kan Kan”, el mambo descarga que popularizara Tito Puente, con tanta precisión que los miembros de la orquesta lejos de interrumpirlo, decidieron acompañarlo. Días mas tarde, Don Quique habla con un buen amigo, Francisco Alvarado, y con su ayuda matriculan al pequeño en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos de Ponce. Ahí los profesores le enseñaban las normas por la mañana y Don Quique las reforzaba por las noches.
En noviembre de 1957, el niño es la atracción principal de La Sonora Ponceña durante un baile en la ciudad de Bayamón. Familiares, amigos, músicos y el público en general quedan encantados con la presentación, y aunque esa noche no se habló mucho del pequeño pianista, para Don Quique, su conjunto, por fin estaba en la ruta que siempre había anhelado. El año siguiente, tres discos de 78 rpm materializan su quimera. Especialmente, el último de ellos, donde La Sonora Ponceña con Papo Lucca en el piano, acompaña a los boleristas Felipe Rodríguez y Pedro Ortíz Dávila, “Davilita”. Tapas de refrescos nuevamente son utilizadas para que alcance los pedales.
Durante los sesenta, Papo se convierte en la imagen principal y emblema de La Sonora Ponceña y los empresarios comienzan a exigir en los contratos la participación del chico. Y en cada presentación, todas las miradas quedaban fijadas en Papo, no sólo por su juventud, sino también por su innegable talento. A mediados de esa década, el joven paso de ser el orgullo de su padre para convertirse en el orgullo de su ciudad.
El representante del Sello Inca, Pedro Páez, interesado en La Sonora Ponceña, le ofrece a Don Quique un contrato que no duda en firmar, y con algunas canciones compuestas por integrantes del grupo y otras originales de Arsenio Rodríguez, La Ponceña graba su primer disco de larga duración. Titulado “Hacheros Pa’ Un Palo”, todos los arreglos estuvieron a cargo del joven Papo.
El disco, y en especial el tema de le daba nombre, se convierte en un tremendo éxito radial en Nueva York. Lo mismo sucede con la Segunda grabación, “Fuego en el 23”, realizada en 1969. Cuando eso, además de Don Quique y Papo, La Sonora Ponceña estaba integrada por los cantantes Luigi Texidor y Tito Gómez, el bajista Tato Santaella, el timbalero Edgardo Morales, el conguero Félix Torres, el bongosero Francisco Alvarado y los trompetistas Carmelo Rivera, José Rodríguez, Delfín Pérez y Ramón Rodríguez.
Lucca llegó a conciliar tal influencia con la de Lili Martínez Griñan, el pianista y arreglista del Conjunto de Arsenio Rodríguez, que logró un estilo muy propio, y el que poco a poco se convirtiera en la base de toda la agrupación; aún cuando ese cambio no se hace presente en las primeras grabaciones con Fania. El primer disco para ese sello fue “Navidad Criolla”, álbum que recoge una gran parte de la tradición de aguinaldos y parrandas puertorriqueñas. Los siguientes tres discos, “Prende el Fogón”, “Sonora Ponceña” y “Sabor Sureño”, regresan nuevamente al estilo de Arsenio y la similitud con Palmieri. No fue hasta 1975, con el disco “Tiene Pimienta”, que Papo Lucca incorpora diferentes sonoridades con un teclado electrónico, hecho que consolida el siguiente año en “Conquista Musical”. La razón: el cambio de productor. Para ese disco, la disquera reemplaza a Larry Harlow con Louie Ramírez, quien además se asocia con Papo.
Aconsejado por Louie, La Ponceña inicia una gira por el Caribe y empiezan a internacional su música interpretando y grabando temas, tales como “La Pollera Colorá”, del colombiano Wilson Choperena y bombas, merengues, boleros-feeling, guaguancós y sones. A fines de los 70’s , La Ponceña graba un disco con Celia Cruz, “La Ceiba”. Ese disco simboliza el cambio definitivo. Para ese entonces ya se habían incorporado como cantantes los puertorriqueños Miguel Ortiz y Yolanda Rivera, los que fueron seleccionados por las características tan disimiles que tenían; y cosa que lejos de turbar al oyente, como muchos temían, logró todo lo contrario.
En 1980, Papo graba uno de los discos más llamativos de La Sonora, “New Heights”, grabación que propuso un nuevo concepto, la ilustración de la carátula. Esa ilustración (y las siguientes), los acercan aún más al público y les crean, aparte de aficionados de su música, un nuevo grupo de seguidores, coleccionistas de tapas. Además, con ese disco, comienzan a titular las grabaciones en Inglés, cosa que refuerza el carácter internacional de la orquesta y es la que mejor mostraba una producción a nivel visual.
A mediados de los 80’s, La Sonora Ponceña era ya conocida como la agrupación más importante de Salsa en Puerto Rico y los Lucca eran amos y señores de la sonoridad. Tanto así, que cuando contratan a un nuevo y desconocido sonero, el desaparecido Toñito Ledée, en menos de dos años ya era un ídolo popular.
Paralelamente, La Ponceña añade dos nuevas novedades; Una, la tenaz grabación de canciones de música moderna cubana, especialmente la de Adalberto Álvarez y la de Pablo Milanés. El primero, siendo Director de “Son 14”, le entrega a Papo dos inesperados éxitos, “Soledad” y “Cuestiones”; y el segundo, cada vez más alejado de la nueva trova que le diera fama y fortuna, le pone en las manos “Canción”, tema basado en un poema de Nicolás Guillen, y “Sigo Pensando en Tí”. La otra fue su incursión en el Latin Jazz, lo que obliga a modificar la sección de vientos y el sonido. Basado también en los arreglos, que cada vez tenían mayores elementos de Jazz, se torna aún más brillante.
Con una discografía de más de 30 discos, uno de los que mejor refleja la historia y monumental contribución que Papo y La Ponceña le han entregado a la música popular caribeña, fue grabado en vivo el 19 de febrero de 2000 en el Anfiteatro Tito Puente de Puerto Rico para celebrar, en forma oficial, su 45 Aniversario. Una impecable grabación donde están presentes muchas de las figuras que formaron filas en su seno y un repertorio que incluye, entre otras, los clásicos “Boranda”, “Timbalero”, “Fuego en el 23”, y “Ahora Sí”. Algunas en versiones extra largas, justificadas sólo porque muestran el virtuosismo de su Director.
En los años subsiguientes, aunque no volvieron a grabar hasta el 2004, La Sonora Ponceña continuó con sus presentaciones, tanto en Puerto Rico como fuera del País. Realizaron innumerables presentaciones en la Isla del Encanto, así como en Nueva York, La Florida, Washington, Connecticut, Philadelphia, Chicago, New Jersey, Venezuela, Panamá, Perú, Colombia, Ecuador, Paris, Inglaterra, Suiza e Italia.
El año 2004 resultó ser uno muy especial para Don Quique, Papo Lucca y su Sonora Ponceña. Por un lado, celebraron por todo lo alto, 50 Años en la música, mientras lanzaban al mercado su nueva propuesta musical, “Back to the Road”, bajo el Sello Pianissimo, propiedad del maestro Papo Lucca.
“Back to the Road” es un clásico disco de La Sonora Ponceña, donde se muestra lo que ha hecho de esta Orquesta una institución, demostrando que no se ha dormido en sus laureles y pasados éxitos, y envia un claro mensaje de que Papo Lucca sigue siendo un músico y visionario como pocos. Este trabajo discográfico demuestra la calidad de la Ponceña, siempre en la línea correcta, manteniendo la tradición y su sonido incomparable. Incluye, entre otros, Caprichosa, El Alacrán, Con Tres Tambores Batá.
En su Jubileo de Oro, que se celebró el 21 de febrero de 2004 en el Coliseo Rubén Rodríguez ante 12 mil personas, La Sonora Ponceña reafirmó su posición como una de las agrupaciones más célebres de Puerto Rico. Fue una fiesta como otras tantas que se forman cuando la Ponceña está en la tarima. La agrupación que dirigen Don Quique y Papo Lucca, sólo supo brindar su especialidad, un derroche de la mejor salsa en el mercado y un álbum musical repleto de nostalgia que incluye unas páginas gloriosas en el repertorio bailable afroantillano.
La Cámara de Representantes y la Legislatura de Puerto Rico, así como instituciones y grupos relacionados con la cultura y el quehacer artístico puertorriqueño, reconocieron a Don Quique y Papo Lucca, por la aportación que éstos han hecho a la música popular en Puerto Rico y el mundo entero durante los pasados 50 años.
Diez años más tarde, el sueño de Lucca, el de lograr hacer algo transcendental, se empieza a esfumar. Cansado de la fiestas de salón y los contratos domingueros, decide desbaratar el conjunto. El quería algo más que un quinteto como el que lideraba en ese momento y buscaba aumentar sus ingresos para sustentar mejor a su esposa Angélica y a sus tres hijos: Zulma, Enrique y Wanda.
Pero llevaba la música en la sangre, y al poco tiempo, febrero de 1954, los reunió de nuevo. Don Enrique iba a establecer un nuevo conjunto, uno más grande, con un sonido más potente. Para alcanzarlo, se había nutrido de un repertorio de temas populares compuestos por Arsenio Rodríguez (a quien le tenía una profunda admiración), la Sonora Matancera y el Conjunto Casino, el de los dos Robertos: Faz y Espí. El nombre oficial de la flamante orquesta sería ¡La Sonora Ponceña!
Los primeros discos de la Ponceña, a pesar de su éxito comercial y excelente instrumentación, no dejaban de ser extraños, ya que se hacían llamar “Sonora”, tenían formato de Orquesta y sonaban como un Conjunto. Y la razón era evidente; aún estaban bajo la influencia del “Ciego Maravilloso”, Arsenio Rodríguez, el tercer cubano, cuyo sello musical era parte inquebrantable de los conjuntos de la época. En sus comienzos, La Ponceña y La Perfecta de Eddie Palmieri, orquesta ubicada en Nueva York, eran muy parecidas, con la excepción de que la sección de vientos de esta última estaba centrada en los trombones.
Tres hechos determinaron la consolidación del estilo de La Sonora Ponceña. El primero fue el nacimiento en 1946 de Enrique Arsenio, el hoy internacionalmente reconocido “Papo”, un niño prodigio que hiciera su debut profesional en el programa de televisión de la popular cantante puertorriqueña, Ruth Fernández, tocando el piano y acompañado por la orquesta fundada por su padre.
La Segunda fue la compra del sello Inca por parte de Jerry Masucci, dueño de la firma Fania Records, quien había escuchado a La Sonora en diferentes conciertos durante sus visitas a Nueva York. Se compra ampliar la distribución y le dio a la Orquesta la oportunidad de conocerse por toda la cuenca caribeña. La tercera, el hallazgo por parte de Papo de la obra musical del pianista Oscar Peterson, considerado uno de los mejores exponentes de Jazz, y cuyo estilo se escuchaba en sus solos de piano.
La historia del desarrollo y eventual éxito del pequeño Enrique está llena de gratas y amenas memorias. Como cuando por más que tratara, en su primera presentación profesional en el programa de Fernández, descubre que no podía alcanzar los pedales del inmenso piano negro que le habían proporcionado. Tenía cuando eso once años y siendo para su edad físicamente chico, si se sentaba a tocar, los pies no le llegaban a los pedales y si lo hacía parado, casi no veía las teclas. Al rescate Don Quique, quien consola al niño y le dice que no se preocupe porque él nunca permitiría que esa tarde perdiera la oportunidad de tocar profesionalmente por primera vez , le amarra unas extensiones a sus zapatos para que pudiera manejar los pedales.
Otra entretenida anécdota sucede cuando tenía cinco años. Resulta que el niño tocaba las claves con gran habilidad y una de las diversiones favoritas de su padre era verlo tocar con el grupo. Una tarde, mientras el Conjunto Internacional ensayaba, Papo se sienta detrás de una tumbadora mucho más grande que él y comienza a tocar “Ran Kan Kan”, el mambo descarga que popularizara Tito Puente, con tanta precisión que los miembros de la orquesta lejos de interrumpirlo, decidieron acompañarlo. Días mas tarde, Don Quique habla con un buen amigo, Francisco Alvarado, y con su ayuda matriculan al pequeño en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos de Ponce. Ahí los profesores le enseñaban las normas por la mañana y Don Quique las reforzaba por las noches.
En noviembre de 1957, el niño es la atracción principal de La Sonora Ponceña durante un baile en la ciudad de Bayamón. Familiares, amigos, músicos y el público en general quedan encantados con la presentación, y aunque esa noche no se habló mucho del pequeño pianista, para Don Quique, su conjunto, por fin estaba en la ruta que siempre había anhelado. El año siguiente, tres discos de 78 rpm materializan su quimera. Especialmente, el último de ellos, donde La Sonora Ponceña con Papo Lucca en el piano, acompaña a los boleristas Felipe Rodríguez y Pedro Ortíz Dávila, “Davilita”. Tapas de refrescos nuevamente son utilizadas para que alcance los pedales.
Durante los sesenta, Papo se convierte en la imagen principal y emblema de La Sonora Ponceña y los empresarios comienzan a exigir en los contratos la participación del chico. Y en cada presentación, todas las miradas quedaban fijadas en Papo, no sólo por su juventud, sino también por su innegable talento. A mediados de esa década, el joven paso de ser el orgullo de su padre para convertirse en el orgullo de su ciudad.
El representante del Sello Inca, Pedro Páez, interesado en La Sonora Ponceña, le ofrece a Don Quique un contrato que no duda en firmar, y con algunas canciones compuestas por integrantes del grupo y otras originales de Arsenio Rodríguez, La Ponceña graba su primer disco de larga duración. Titulado “Hacheros Pa’ Un Palo”, todos los arreglos estuvieron a cargo del joven Papo.
El disco, y en especial el tema de le daba nombre, se convierte en un tremendo éxito radial en Nueva York. Lo mismo sucede con la Segunda grabación, “Fuego en el 23”, realizada en 1969. Cuando eso, además de Don Quique y Papo, La Sonora Ponceña estaba integrada por los cantantes Luigi Texidor y Tito Gómez, el bajista Tato Santaella, el timbalero Edgardo Morales, el conguero Félix Torres, el bongosero Francisco Alvarado y los trompetistas Carmelo Rivera, José Rodríguez, Delfín Pérez y Ramón Rodríguez.
Lucca llegó a conciliar tal influencia con la de Lili Martínez Griñan, el pianista y arreglista del Conjunto de Arsenio Rodríguez, que logró un estilo muy propio, y el que poco a poco se convirtiera en la base de toda la agrupación; aún cuando ese cambio no se hace presente en las primeras grabaciones con Fania. El primer disco para ese sello fue “Navidad Criolla”, álbum que recoge una gran parte de la tradición de aguinaldos y parrandas puertorriqueñas. Los siguientes tres discos, “Prende el Fogón”, “Sonora Ponceña” y “Sabor Sureño”, regresan nuevamente al estilo de Arsenio y la similitud con Palmieri. No fue hasta 1975, con el disco “Tiene Pimienta”, que Papo Lucca incorpora diferentes sonoridades con un teclado electrónico, hecho que consolida el siguiente año en “Conquista Musical”. La razón: el cambio de productor. Para ese disco, la disquera reemplaza a Larry Harlow con Louie Ramírez, quien además se asocia con Papo.
Aconsejado por Louie, La Ponceña inicia una gira por el Caribe y empiezan a internacional su música interpretando y grabando temas, tales como “La Pollera Colorá”, del colombiano Wilson Choperena y bombas, merengues, boleros-feeling, guaguancós y sones. A fines de los 70’s , La Ponceña graba un disco con Celia Cruz, “La Ceiba”. Ese disco simboliza el cambio definitivo. Para ese entonces ya se habían incorporado como cantantes los puertorriqueños Miguel Ortiz y Yolanda Rivera, los que fueron seleccionados por las características tan disimiles que tenían; y cosa que lejos de turbar al oyente, como muchos temían, logró todo lo contrario.
En 1980, Papo graba uno de los discos más llamativos de La Sonora, “New Heights”, grabación que propuso un nuevo concepto, la ilustración de la carátula. Esa ilustración (y las siguientes), los acercan aún más al público y les crean, aparte de aficionados de su música, un nuevo grupo de seguidores, coleccionistas de tapas. Además, con ese disco, comienzan a titular las grabaciones en Inglés, cosa que refuerza el carácter internacional de la orquesta y es la que mejor mostraba una producción a nivel visual.
A mediados de los 80’s, La Sonora Ponceña era ya conocida como la agrupación más importante de Salsa en Puerto Rico y los Lucca eran amos y señores de la sonoridad. Tanto así, que cuando contratan a un nuevo y desconocido sonero, el desaparecido Toñito Ledée, en menos de dos años ya era un ídolo popular.
Paralelamente, La Ponceña añade dos nuevas novedades; Una, la tenaz grabación de canciones de música moderna cubana, especialmente la de Adalberto Álvarez y la de Pablo Milanés. El primero, siendo Director de “Son 14”, le entrega a Papo dos inesperados éxitos, “Soledad” y “Cuestiones”; y el segundo, cada vez más alejado de la nueva trova que le diera fama y fortuna, le pone en las manos “Canción”, tema basado en un poema de Nicolás Guillen, y “Sigo Pensando en Tí”. La otra fue su incursión en el Latin Jazz, lo que obliga a modificar la sección de vientos y el sonido. Basado también en los arreglos, que cada vez tenían mayores elementos de Jazz, se torna aún más brillante.
Con una discografía de más de 30 discos, uno de los que mejor refleja la historia y monumental contribución que Papo y La Ponceña le han entregado a la música popular caribeña, fue grabado en vivo el 19 de febrero de 2000 en el Anfiteatro Tito Puente de Puerto Rico para celebrar, en forma oficial, su 45 Aniversario. Una impecable grabación donde están presentes muchas de las figuras que formaron filas en su seno y un repertorio que incluye, entre otras, los clásicos “Boranda”, “Timbalero”, “Fuego en el 23”, y “Ahora Sí”. Algunas en versiones extra largas, justificadas sólo porque muestran el virtuosismo de su Director.
En los años subsiguientes, aunque no volvieron a grabar hasta el 2004, La Sonora Ponceña continuó con sus presentaciones, tanto en Puerto Rico como fuera del País. Realizaron innumerables presentaciones en la Isla del Encanto, así como en Nueva York, La Florida, Washington, Connecticut, Philadelphia, Chicago, New Jersey, Venezuela, Panamá, Perú, Colombia, Ecuador, Paris, Inglaterra, Suiza e Italia.
El año 2004 resultó ser uno muy especial para Don Quique, Papo Lucca y su Sonora Ponceña. Por un lado, celebraron por todo lo alto, 50 Años en la música, mientras lanzaban al mercado su nueva propuesta musical, “Back to the Road”, bajo el Sello Pianissimo, propiedad del maestro Papo Lucca.
“Back to the Road” es un clásico disco de La Sonora Ponceña, donde se muestra lo que ha hecho de esta Orquesta una institución, demostrando que no se ha dormido en sus laureles y pasados éxitos, y envia un claro mensaje de que Papo Lucca sigue siendo un músico y visionario como pocos. Este trabajo discográfico demuestra la calidad de la Ponceña, siempre en la línea correcta, manteniendo la tradición y su sonido incomparable. Incluye, entre otros, Caprichosa, El Alacrán, Con Tres Tambores Batá.
En su Jubileo de Oro, que se celebró el 21 de febrero de 2004 en el Coliseo Rubén Rodríguez ante 12 mil personas, La Sonora Ponceña reafirmó su posición como una de las agrupaciones más célebres de Puerto Rico. Fue una fiesta como otras tantas que se forman cuando la Ponceña está en la tarima. La agrupación que dirigen Don Quique y Papo Lucca, sólo supo brindar su especialidad, un derroche de la mejor salsa en el mercado y un álbum musical repleto de nostalgia que incluye unas páginas gloriosas en el repertorio bailable afroantillano.
La Cámara de Representantes y la Legislatura de Puerto Rico, así como instituciones y grupos relacionados con la cultura y el quehacer artístico puertorriqueño, reconocieron a Don Quique y Papo Lucca, por la aportación que éstos han hecho a la música popular en Puerto Rico y el mundo entero durante los pasados 50 años.
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